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Canción de Cancha

Canción de Cancha
Tus dos pasiones. Un lugar.

domingo, 4 de mayo de 2014

Dios bendiga a América



Ellos dicen ser América, pero pareciera que desconocen el continente. Ayer, una vez más, fueron abofeteados por una realidad que los incomoda. Les molesta no ser los únicos, los mejores. 
 Lo de anoche fue una falta de respeto a su omnipotencia. Dentro y fuera del ring se encontraron con que no se encuentran solos.
 Las casas de apuestas eran racionales, tal vez demasiado. No contaban con la derrota, no cuentan con ella. Ellos no pueden perder, menos en su tierra, y se imaginan victorias sin ninguna oposición, tal como la historia les enseño en muchas oportunidades.
 Los gritos de la minoría que apoyaban a Maidana daban cuentas de que el argentino no estaba solo, pero sobre todo, que ellos tampoco lo están. Se sintieron invadidos por esos salvajes que con sus alaridos y cánticos intentaban acompañar el himno nacional argentino -pésimamente interpretado-, y también al brazo de Maidana, que intentaba encontrar un golpe limpio sobre el campeón estadounidense.  Nunca cesaron los gritos, y por un momento parecía que Las Vegas se había mudado a alguna parte del conurbano bonaerense. 
 Dentro del ring, Mayweather se encontró con la vehemencia y el ímpetu de alguien que viene al centro de la tierra a pasar por arriba a quien se le cruce. "Nadie es más ni menos importante que yo" parecía decir Maidana con sus puños, y el campeón sufría mientras recibía una clase de humildad y sed de gloria. Tal vez no haya alcanzado para ganar el combate, que se adjudicó de forma merecida el local, pero sí para mostrarle al mundo qué hay más allá del escaso horizonte que sus ojos les permiten ver, tal vez por orgullo o porque así fueron criados.
 Una vez terminado el combate en el Hotel MGM de Las Vegas, los silbidos multitudinarios para el campeón fueron, tal vez, el golpe que Maidana jamás pudo pegarle en el ring: certero, potente y al corazón. 


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