Cada vez se escucha más aquella frase
caprichosa de “ser campeón es lo único que importa”, o aún peor, “nadie
recuerda a los segundos”. En lo personal, como romántico de este hermoso
deporte (o forma de vida para enfermitos como yo), estoy completamente en
contra de estas oraciones resultadistas que fueron haciendo populares. El
fútbol va mucho más allá de lo que es un marcador. Ganar es lo más importante,
sí, pero claramente no es lo único. Hoy traigo un humilde aporte al blog (el
primero de muchos, espero) sobre un grupo de genios que pese a no ser
campeones, maravillaron al mundo del fútbol: la Holanda del 74, “la naranja
mecánica”.
Comandados por Rinus Michels, que venía de
ganar todo con el Ajax de Ámsterdam (llegó con el equipo en puestos de descenso
y cinco años después gano la Champions, ja), Holanda viajaba a disputar el
Mundial de Alemania Occidental. Seguramente, pocos esperaban lo que vendría
después. La consagración como uno de los mejores equipos de la historia, pese
al subcampeonato (y ya sin Cruyff –por problemas personales/familiares falta al
Mundial de Argentina-, su máxima figura, sumaría otro segundo puesto más en el
’78).

Pero destacar individualidades sería injusto.
Ese equipo se movía en la cancha de una forma nunca vista, todos atacaban,
todos defendían. La fluidez del juego era total. El delantero cambiaba posición
con el mediocampista, con los extremos (bien pegados a la raya, como era
tradicional hasta hace un tiempo). La presión era asfixiante, no dejaba pensar
a los rivales; robo en campo rival, transición rápida con tres o cuatro toques de gran categoría, propios de jugadores de la
talla de Cruyff, Neeskens o Rep, y la pelota terminaba adentro o pasaba muy
cerca del arco rival.
De esta forma, Holanda pasó por arriba a
prácticamente todos sus rivales en el certamen; En la primera frase, triunfo
por 2-0 frente a Uruguay (estaba para
5-0), empate frente a Suecia, sólido 4-1 frente a Bulgaria.
En la segunda ronda les tocó un grupo más
complicado: Argentina, Brasil y la Alemania Democrática. Pasó sin recibir un
gol y anotando ocho (nos comimos cuatro…).
Sin embargo, no tuvo la misma suerte en la
final y fue derrota por 1-2. Cruyff estuvo muy bien marcado y Alemania
aprovechó sus oportunidades de gol. Así se fue Holanda, segundo, sí, pero
recordado por todo el mundo y tomado de referencia (junto a equipos) por el FC
Barcelona actual (o de hace unos pocos años, mejor dicho). Quien llevó ese
juego al Barça fue justamente Johan Cruyff en los años 90, consiguiendo cuatro
ligas y una Champions League, esta vez como entrenador. Muy marcado por aquel
equipo, implantó ese estilo que le quedó grabado en la mente en el club
catalán. Y no le fue tan mal.
El fútbol a veces es muy injusto. Pero Holanda
terminó ganando de todas formas. Quedó en el recuerdo para la admiración de
todos los futboleros.
Por Federico Parrilla
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